Este sábado 25 se cumplen dos años de su muerte, pero aún hay temas no zanjados
Michael Jackson aún no descansa en paz. Ni sus familiares, ni sus herederos, ni los albaceas que manejan su patrimonio, ni los productores que intentaron reflotarlo en escena, ni los personeros que protagonizaron sus últimos días. Aunque el sábado 25 se cumplirán dos años desde su sorpresivo fallecimiento -aquella tarde de 2009, en que el mundo pareció tumbarse en torno a la noticia-, aún sobreviven una serie de conflictos no resueltos y que lo siguen retratando como una figura en polémica perpetua.
Se trata de una serie de tramas sin punto final y que, hasta ahora, aparecen como los capítulos más vívidos de la inminente conmemoración, la que -a diferencia de su primer aniversario- tendrá un perfil más silencioso e inadvertido, sin grandes anuncios de homenajes.
El mayor episodio sin concluir guarda relación con las causas de su muerte y tiene como protagonista a Conrad Murray, el doctor apuntado como el culpable de su fallecimiento y que le suministró una serie de fármacos durante la tarde de su deceso. Luego que en febrero de 2010 el profesional se declaró inocente ante una corte californiana y fue liberado tras pagar US$ 75 mil, en enero pasado la audiencia preliminar del caso determinó que Murray debe ser juzgado por homicidio involuntario, ya que hay pruebas suficientes que podrían llevarlo a la cárcel.
Ante el escenario, sus abogados establecieron la teoría de que el propio Jackson se había inyectado cantidades desmedidas de Propofol -o sea, un suicidio involuntario- y apelaron a otra jugada maestra: exigieron que Sony Pictures mostrara las más de 100 horas de material sin editar de la película This is it (2009), imágenes que probarían que el hombre de Thriller tenía una salud deteriorada. La petición fue aceptada por la fiscalía y permitió postergar el proceso hasta septiembre. Eso sí, la empresa se ha negado a ceder las grabaciones. Como fuere, hoy Murray vive sus días sin poder ejercer su profesión en California y está inhabilitado de por vida para administrar sedantes.
Igual de confuso es el presente de otro de los personajes surgidos tras la partida del cantante: Joe Jackson, el padre que lo educó bajo una disciplina férrea y sin concesiones. Siempre a medio camino entre la culpa póstuma y el oportunismo, el progenitor intentó lanzar hace un par de días una línea de perfumes en homenaje a su hijo, las que poseían fragancias como mandarina, limón, bergamota y pino canadiense (la prensa anglo ironizó: "Ah sí, los olores básicos de Michael").
Pero la compañía Bravado -gigantes del marketing que manejan los productos de Beyoncé, Lady Gaga y The Rolling Stones- firmó con los supervisores de la herencia un contrato de exclusividad para rentabilizar su marca, por lo que prohibió la operación de Joe Jackson. "Todo lo que tiene que ver con Michael hoy está en tierra de nadie", se lamentó Jermaine, uno de sus hermanos, en una entrevista de hace dos semanas.
Pero si se habla de tierra de nadie, el lugar que mejor ilustra el concepto es el rancho de Neverland, el epicentro que marcó el auge y caída del "Rey del Pop": abandonado desde mediados de la década pasada, en julio de 2010 una serie de autoridades californianas propusieron adquirirlo para transformarlo en un parque estatal y un sitio de peregrinación para fans. Sin embargo, el ex gobernador del estado, Arnold Schwarzenegger, dijo que no había fondos y los propios residentes del sector rechazaron el plan. En octubre de 2010, la prensa estadounidense publicó que los hijos mayores del artista querían comprar la propiedad, para que no continúe como un destino que hoy se asemeja a un basural. Como consuelo, el hotel Mandalay Bay, de Las Vegas, revivirá el rancho en una exposición que se inaugurará a la par con el espectáculo que el Cirque du Soleil prepara en torno a la estrella.
Los líos de plata siguen acechando a las firmas involucradas en el frustrado retorno de "Jacko" en Londres, donde daría 50 conciertos. La aseguradora británica Lloyd's anunció hace una semana que no pagará la póliza de US$ 17 millones que comprometió en caso que el cantante cancelara los recitales, ya que acusa que la productora AEG Live y los herederos del artista nunca les informaron de sus problemas de salud. Incluso los demandó ante la justicia inglesa.
La única que parece sacar réditos con más tranquilidad a dos años de la muerte de Jackson es una de sus hermanas, La Toya, quien la próxima semana lanzará el libro Starting Over, donde revela que el artista siempre temió que lo asesinaran y, en sus últimos días, pedía auxilio para que lo alejaran del ambiente que lo rodeaba. Conjeturas y polémicas que parecen no tener fin.
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