Violeta se fue a los cielos acaba de estrenarse y ya fue vista por varios cercanos de la cantautora.
por Rodrigo González M.
Su lengua era afilada y no acostumbraba a decir las cosas hasta la mitad. No sabía de murmullos ni de asentimientos cómplices con la cabeza. Tampoco de capitulaciones en mitad de la batalla. En algún momento, hacia el final de la película Violeta se fue a los cielos, el alcalde Fernando Castillo Velasco le sugiere que abandone la carpa de La Reina y que deje todo hasta ahí: las cosas no resultaron y es mejor sobrevivir en otra parte. Violeta Parra lo observa con incredulidad y, tratando de desviar la atención, le ofrece a cambio venderle uno de sus cuadros. El alcalde acepta. Luego, siempre cigarro en mano, como era su costumbre, se va. Se le ve preocupado y presiente algo catastrófico. La cantautora se suicida a los pocos días.
Fernando Castillo Velasco, hoy con 92 años, vio la película de Andrés Wood el martes pasado y cuenta que tras la exhibición se quedó medio mudo, impresionado, sorprendido. Dice que fue a saludar al actor que lo interpreta (Marcial Tagle) y que lo felicitó. Cree que no fumaba tanto como aparece en la pantalla, pero de todas maneras la cinta le pareció superlativa. Y, a su pesar, muy triste.
"Cuando uno ve esas tomas, con Violeta al final ahí en la carpa. Bueno... uno se siente un poco responsable", recuerda quien fue uno de los principales aliados de Violeta Parra en el proyecto de la llamada "universidad del folclore", nombre dado por la artista a la iniciativa de La Reina. "Tal vez la dejé demasiado solita en una empresa en la que puso tanto empeño y, bueno, no resultó. Pasadas las cosas, uno se arrepiente. En fin", reflexiona Castillo Velasco.
Un acierto de la película, protagonizada por Francisca Gavilán, es la reconstrucción de la carpa de La Reina, espacio que en palabras de Angel Parra conserva "el mismo espíritu de la carpa original". "No se trata de una cuestión de medidas más, metros menos o algo así. Es el ambiente y la atmósfera: algo que a mí me estremeció", explica.
El también es protagonista de uno de los pasajes más amargos y tristes en el filme: la muerte de Rosa Clara, la hija de 10 meses de Violeta Parra. Durante una mañana de invierno de 1955, mientras la artista está de viaje en Europa, la niña yace fulminada por una pulmonía en su cama y es el pequeño Angel, de nueve años, quien corre con ella en brazos hasta el hospital. "Tengo una imagen muy clara de llegar con la niña hasta el Hospital Arriarán, a la altura de Santa Rosa con Avenida Matta. Iba con el padre de ella, Luis Arce. Luego, tal como aparece en la película, vi a los funcionarios, el ascensor y la puerta de fierro que se cierra", recuerda el hijo menor de Violeta Parra.
"Más iracunda aún"
Escritora, actriz y profesora de Literatura, Mónica Echeverría fue una de las personas que conoció más de cerca a Violeta Parra. La esposa de Fernando Castillo Velasco publicó el año pasado la biografía Yo, Violeta, obra que también le sirvió de apoyo a Andrés Wood antes del rodaje del filme.
"Me pareció una película muy hermosa: con imágenes, lugares y sensaciones maravillosas. La actriz Francisca Gavilán es fantástica. Es físicamente y moralmente muy parecida a Violeta Parra", dice Echeverría, quien, sin embargo, matiza de la siguiente forma: "Aunque en el filme se la ve con una personalidad fuerte, Violeta era aún más iracunda. Es que era terrible, realmente. Dejaba la crema cuando se enojaba. No tenía términos medios. O era muy apasionada y amorosa o se enojaba y se ponía a gritar".
Echeverría también se refiere al paso de la cantautora por Europa. "La opción de la película no es extenderse tanto en estas partes. Sin embargo, su estadía en París es fundamental. Ni a Matta lo expusieron en el Louvre, pero a ella sí", dice. "Y a diferencia de otros artistas chilenos, nunca fue a consumir ni a nutrirse de arte en Europa. Por ejemplo, su hermano Nicanor, que coincidió con ella allá, la invitaba inútilmente a los museos, a reuniones, a conocer los parques. Pero a Violeta nunca le interesó eso: se la pasó encerrada, haciendo sus cuadros y máscaras, o cantando en locales en las noches", enfatiza.
Esta característica, que para algunos puede ser orgullo, es para el filósofo e investigador Gastón Soublette una muestra de confianza. "Ella era un auténtico líder, una mujer imponente. En ese sentido, la interpretación de Francisca Gavilán es milagrosa. Mi teoría es que se produjo un fenómeno parasicológico, una especie de transfiguración de las almas entre Violeta Parra y la actriz. A todos los que conocimos a Violeta Parra nos pasó lo mismo: le vi la cara a Angel Parra y a Fernando Castillo Velasco, que estaban cerca mío, y se veían sorprendidos. 'Pero si es Violeta', decía Angel. Es una cuestión muy rara", teoriza Soublette, que realizó varias investigaciones junto a Parra, publicó un libro con ella y sufrió en vivo y en directo su avasallador verbo.
"Unas cuantas veces me trató de 'pituco de mierda'. Y a Nemesio Antúnez incluso le pegó un combo. Y, claro, nosotros aguantábamos, porque era un privilegio estar con ella y aprender. Violeta tenía, en general, un desprecio y desconfianza por los intelectuales sin conciencia social y que sabiendo mucho de cultura europea no entendieran nada del pueblo ni de sus tradiciones. Y yo cuando recién la conocí no tenía idea de cultura popular: por eso me trató así, rajó un libro que estábamos haciendo, lo tiró por los aires y me dijo que yo nunca iba a comprender", recuerda.
De una generación bastante posterior a Soublette, el escritor Antonio Skármeta fue uno de los visitantes a la carpa de La Reina. "En ese tiempo, por razones familiares, yo tomaba una liebre que me dejaba a una cuadra de la carpa. Me acuerdo haber pasado unas cinco veces, haber comido empanadas y, sobre todo, ver muy poca gente. Casi vacía, siempre con mucho frío", rememora.
"Ella era capaz de bromear con lo que le pasaba. Se reía de sí misma, practicando una suerte de autoironía con la soledad de la situación. Pero nunca noté el menor asomo de dudas sobre sí misma. Se consideraba genial y yo la consideraba genial también", recalca el escritor, quien más de una vez fue uno de los últimos en dejar el recinto, tomar la liebre y retornar a la ciudad. En la carpa, sólo quedaba una mujer. Más temprano que tarde se iría a los cielos.
Cerca de seis mil personas en primer día
Está en 21 salas y llevó 5.875 personas en su primer día de exhibición. Es una marca bastante poderosa, sobre todo considerando que se instaló de inmediato como la cinta más vista el día de ayer, barriendo con competidoras como Linterna verde y Los pitufos. Estas dos últimas superproducciones están en 90 y 92 pantallas, respectivamente, es decir, casi quintuplican la oferta de Violeta se fue a los cielos, y aún así quedaron en segundo y tercer puesto, con 5.817 y 5.479 personas.
Violeta se fue a los cielos es la segunda película chilena más vista en su primer día de exhibición en el año, tras 3:33, terremoto en Chile, que llevó más de 11 mil espectadores, pero en muchas más salas. Durante el año 2010, el cine chileno registró su peor nivel de asistencia histórico, pero en lo que va del 2011 ya hay muestras de que este año es más benévolo.
El segundo semestre es decisivo, pues es en este período cuando llega la mayoría de las producciones locales. En septiembre debuta Ulises, de Oscar Godoy, y luego viene Qué pena tu boda, de Nicolás López. Entre octubre y noviembre debería estrenarse también Mi último round, de Julio Jorquera.
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